Muchos tienen en un altar a sus instructores, y en mi opinión no es para menos: jornadas eternas con horarios imposibles, paciencia infinita, una dedicación total en la que siempre estás renovando conocimientos y un sobreentrenamiento que tarde o temprano acarrea alguna lesión. La vida del monitor o entrenador de gimnasio no es fácil y los que entrenamos regularmente estamos en deuda con ellos, nos han enseñado más que ninguna guía de musculación o que ningún vídeo de YouTube. A pesar de ello, no están exentos de trols, Internet está plagada de quejas y acusaciones absurdas contra los monitores de gimnasios, lugares comunes como que "solo se preocupan en ligar, que si son unos vagos, que si tienes que perseguirlos para que te expliquen las cosas…". Llevo toda la vida, y esos son bastantes años, entrenando en gimnasios, adoro salir a correr sola, pero también soy fan total de las clases dirigidas, de yoga a spinning. En mi larga experiencia ha habido mejores y peores monitores, pero ganan por goleada los mejores. Aunque es una profesión en la que, como cuando se es profesor, se da lo que algunos llaman "la erótica de la tarima" –eso es que el que instruye levanta pasiones a su paso–, sufren también una serie de contratiempos, ocasionados por los abonados, de los que no somos conscientes. He entrevistado a varios monitores de gimnasio, de ambos sexos, y todos tienen una cosa en común: les encanta su trabajo, sus clientes les dan un montón de alegrías y no lo cambiarían por nada del mundo. Aun así, hay una serie de cosas que molestan y mucho y que aquí voy a enumerar para que las tengamos en cuenta y hagamos su vida más agradable; es lo mínimo después de todo lo que ellos hacen por nosotros.

No recoger el material utilizado

Eso es lo que más molesta a todos y no me extraña. Aún se ve gente que se hacen los locos al final de la sesión y dejan algo de material en el suelo, una mancuerna, un disco, la esterilla… Lo peor es lo ridículo que es, te has pasado 45 minutos levantando una barra con 10 kilos, haciendo ejercicios de remo, cargadas, press de banca y curls varios y de pronto acaba la clase y, ay, te da pereza mover el culo unos metros y dejarlo todo donde lo encontraste… A veces no es algo intencionado, solo que al acabar te metes prisa para tomar tu batido, o para lo que sea, y no te fijas en que no has recogido todo el material. Así que, antes de salir, asegúrate que has colocado en su sitio –y en su sitio, nada de poner las pesas de cualquier forma– todo lo que has usado en la sesión. Tus monitores no son criados y tú eres lo suficiente hombre o mujer como para retirar tus propios trastos.

mujer hablar por teléfono en una sesión del gimnasio
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Hablar por el móvil en clase

Eso es lo segundo que menos gusta y tampoco me extraña. No solo es una falta de respeto, sino que además hace que el resto de la clase, monitor incluido, se distraiga. Si por casualidad tienes que aceptar una llamada, contesta con "un momento, por favor" a tu interlocutor y luego sal de la sala y no empieces a hablar hasta que estés fuera. No cuesta nada.

Responder mal a un monitor

Los monitores nos indican cómo hacer ejercicios, pautas de respiración, nos corrigen malas posturas. Siempre hay quien piensa que sabe más que el instructor o quien no le gusta que le digan lo que ha de hacer, bueno, vale, pero no quieras quedar por encima porque en realidad lo que haces es quedar por los suelos. La educación en el gimnasio –y en la vida– es fundamental. Responder mal al monitor, hacerle burla o incluso reírte en su cara es inaceptable. Y ya no te digo amenazarlo. La mitad de los entrevistados han sido amenazados por algún abonado ¡la mitad! La mayoría de las veces la amenaza ha sido "Voy a quejarme a la dirección", y aunque eso no sea mayor problema para el monitor –la dirección se las ha visto con clientes de todos los pelajes– sí que es una forma muy poco elegante de saborear el poder que te otorga ser el que paga.

Cuestionar su autoridad

Hay quien se cree que sabe más que el monitor ya sea por haber ido a muchas sesiones, visto muchos vídeos o leído muchas revistas técnicas. Pues no. Los monitores son profesionales cualificados en su mayoría. Aunque no es obligatorio tener un título homologado, la mayoría de los centros valoran una formación específica y experiencia profesional en la disciplina a impartir. Suelen tener un Grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, el antiguo INEF, o un Técnico Superior en Acondicionamiento Físico y además han cursado cursos de formación especializados ya sea con Les Mills, con Yoga Alliance Internacional o Pilates Method Alliance, así que, como es lógico, sabrán más y se habrán preparado más que alguien que es aficionado y su experiencia es de usuario. Hay muchas monitoras que sí que han sentido que algunos abonados no las han tomado en serio por su sexo, como si una mujer no fuera a ser capaz de saber cómo se hacen bien unas dominadas o una tabla. En el gimnasio, como en la vida, hay muchos prejuicios y demasiados casos de micromachismo (o directamente machismo).

hombre discutiendo con su entrenador
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Entrar cuando la sesión ya ha empezado

Si alguien entra durante los cinco primeros minutos a ningún monitor le molesta demasiado, pero después ya sí. No solo porque sea peligroso para el abonado tardón, ya que se pierde el calentamiento dinámico, sino que distrae al resto con su llegada a destiempo. Aun así, la mayoría hace la vista gorda y no les parece demasiado grave, excepto si es siempre la misma persona la que llega tarde. "Hay gente que parece que les gusta llamar la atención, nunca están a la hora", se queja una de las entrevistadas.

Ligar con el monitor

Aunque a la mayoría de los monitores no les molesta que un abonado les pida su número de teléfono, sí que les molesta que quieran ligar con ellos. Eso es absolutamente igual para todos instructores independientemente de su sexo: no les hace ninguna gracia que se espere de ellos otras atenciones que las estrictamente profesionales. "Para ligar está Tinder, no el gimnasio", me comenta uno de los entrevistados.

monitora en plena sesión de aeróbic
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Las experiencias positivas sobrepasan con mucho las negativas

Todos los monitores que he entrevistado adoran su trabajo y a sus clientes. "Toda esa gente, de hecho la mayoría, que te agradece tu esfuerzo, que te felicita y te traen detalles, te halaga por cómo trabajas y por cómo eres. Eso no tiene precio, es lo mejor que te puede pasar profesionalmente y a mí me reconforta muchísimo saber que lo pasan bien estando conmigo. En la clase, en la sala de musculación, contándome su vida. A mí me gusta escuchar y aprendo mucho de ellos", me comenta una monitora. Otra me asegura: "No hay nada como la sonrisa con la que me reciben en cada clase mis alumnos, desde mis adolescentes de 13 años hasta 'mi Margaret' a la que doy Entrenamiento Personal desde hace 8 años y que en la actualidad tiene 93. Los amo a todos". Y otro me comenta: "Sé que cuando alguien se pone impertinente se debe a que te está pasando por una mal momento personal. Hay que actuar con profesionalidad, y no tomárselo a la tremenda, no tenérselo en cuenta".

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Rosa Martí es experta en libros, novedades literarias, fitness, yoga y nutrición. Lleva más de 10 años vinculada a diferentes cabeceras de Hearst, donde escribe sobre literatura en Esquire y sobre ejercicios y bienestar en Men’s Health, Women’s Health y Runner’s World.

Su experiencia viene avalada por una amplia trayectoria en la que combina devorar libros, escribir textos, correr maratones, traducir cómics y novelas, la investigación filológica, la crítica literaria, el ballet clásico, practicar yoga a diario y preparar su tesis doctoral.

En Esquire podrás leer sus contenidos sobre libros (ordenados por género, por estilo o por autor) y sus artículos de entretenimiento. Lo mismo te cuenta cuáles son los gentilicios más curiosos, las palabras más bonitas del castellano o los insultos en inglés más originales.

En Men’s Health, Women’s Health y Runner’s World, en cambio, se centra en su faceta más healthy, escribiendo sobre nutrición y alimentación, sobre ejercicios y entrenamiento (enfocado especialmente a running, yoga, ciclismo y natación) y sobre salud y bienestar.

Rosa Martí tiene un grado en Lenguas Modernas por la Universidad del Oeste de Inglaterra, una licenciatura en Lenguas Aplicadas por la Universidad de Rennes II en Francia y un grado de Arte y Humanidades estudiado en la Universidad de Barcelona. También es máster en Filología y Literatura por la Universidad Autónoma de Barcelona, facultad en la que prepara su tesis doctoral.

Toda esta formación le ha llevado a ser traductora de libros, cómics y de la versión impresa de Esquire. Lleva más de 10 años escribiendo en diferentes medios como Esquire, Runner's World, Women's Health, Men's Health, El País y Vanitatis.