En el interior de la cámara climática de entrenamiento de Gore hay una temperatura ambiente agradable, de unos 35 °C. La luz de unos focos enormes, situados en los techos abovedados de casi siete metros, cae a plomo. Cerca de una de las cintas de correr, un testador llamado Walter corre en estático. Walter es parte integral del equipo de investigación, ya que se pasa ahí el día ayudando a los científicos a evaluar los nuevos diseños de ropa de exteriores.
Lleva sensores en el cuerpo que miden sus niveles de sudor, la temperatura de su piel, el rango de sus movimientos. De sus cuencas oculares salen cables… porque, como probablemente hayas adivinado, Walter no es un ser humano. Se trata de un maniquí robótico que posee más de 100 poros de sudoración en su cuerpo, hecho de fibras de vidrio y carbono. Y él es solo uno más de los numerosos objetos de alta tecnología para el diseño y la fabricación que utiliza la empresa Gore, entre cuyas instalaciones de investigación y desarrollo se encuentra el laboratorio de biofísica de Elkton, en EEUU, valorado en cinco millones de dólares.
Junto a Walter hay un compañero de trabajo humano, estudiante de la cercana Universidad de Delaware, que trota por una cinta de correr inclinada. Lleva gafas de sol y un cortavientos muy ligero. También tiene conectado un monitor de frecuencia cardiaca, y se ha tragado un termómetro del tamaño de dos ibuprofenos que mide la temperatura de su cuerpo y envía mediciones en tiempo real a los ordenadores del laboratorio por señal de radio. Los técnicos usarán luego estos y otros datos para desarrollar unas de las prendas de exteriores tecnológicamente más avanzadas del mercado.
La empresa Gore lleva innovando de este modo desde los años 50, aunque es más conocida por compartir nombre con su tejido estrella, el Gore-Tex, inventado en 1969 por Bob Gore, el hijo del fundador de la empresa. Este descubrió por accidente que al estirar una pieza de politetrafluoroetileno se creaban en dicho material diminutas bolsas de aire. El resultado fue un tejido impermeable y transpirable que transformó la industria de la ropa de exteriores. Y es en este laboratorio donde la empresa sigue ampliando su legado.
Aquí se prueban innovaciones textiles de ropa diseñada para ámbitos industriales y de ocio, desde la extinción de incendios y la limpieza de vertidos químicos, a correr por el desierto o ir en bici bajo la lluvia. El proceso de diseño implica una serie de metodologías y sistemas absolutamente patentados, muchos de cuyos detalles la empresa no divulgará. Pero hemos echado un vistazo a través de la cerradura para ver cómo Gore realiza los test a sus prendas de ropa.
Imitando el clima
“Mi trabajo consiste en asegurarme de que nadie está nunca del todo cómodo”, afirma Ray Davis, de 40 años, el ‘técnico de confort’ a cargo de los test de laboratorio. Cuando se trata de diseñar ropa de exteriores, Davis a menudo coloca a los testadores muy cerca de sus límites físicos.De hecho, la cámara climática donde corren Walter y su compañero humano es capaz de reproducir el 85% de las condiciones meteorológicas del planeta.
Los focos del techo son capaces de imitar un ciclo solar completo, del amanecer a la puesta de sol, mientras que el nivel de humedad puede oscilar entre el 5 y 98%. ¿Te preguntas cómo funcionaría una prenda de ropa en un bosque pluvial en el momento de más lluvias? ¿Y la radiación solar reflejada por la nieve del Everest? La cámara puede mostrártelo. Basta con que Davis empiece a tocar botones para encender las 72 luces del techo. La cámara solo necesita dos horas para pasar de su máxima temperatura (50 °C) a la mínima (-50 °C, con sensación térmica de -65 °C en condiciones de ventisca máxima). Para reproducir este radical cambio de temperatura consume en torno a dos tercios de la energía de todo el edificio.
Quizá lo más sorprendente de este laboratorio es que realiza test de elementos de los que solo somos conscientes cuando no están. “El cuerpo no sabe cuándo está cómodo”, afirma Davis, “pero sí sabe cuándo está incómodo o siente frío”. En realidad, la mejor ropa de exterior es aquella que te hace olvidar que la llevas puesta. Por este motivo es tan importante la información que aportan los test realizados a Walter y a los individuos humanos.
“Los maniquís robóticos nos dan información más fiable que los humanos”, afirma Davis. Pero es importante obtener feedback sobre cuáles son las sensaciones que se experimentan al vestir una prenda. “Podemos hacer las prendas más resistentes e impermeables del mundo”, sostiene Davis, “pero si al llevarlas sientes como si estuvieran hechas de papel de lija, no querrás ponértelas”.
A golpe de test
Si te estás preguntando cómo es posible que el Gore-Tex impida que la lluvia se filtre en una chaqueta y al mismo tiempo permita evacuar la humedad, esto se debe al tamaño de los poros del tejido, que son lo bastante grandes para permitir que el calor y el vapor de agua salgan, pero lo suficientemente pequeños para impedir que entre la humedad. Dentro de la torre de la lluvia, los técnicos de laboratorio de Gore someten a test una serie de prendas de ropa para determinar cuánta agua pueden soportar hasta calar o qué cantidad de vapor permiten (o no) eliminar. Cuando una prenda acumula humedad, posee lo que se denomina ‘resistencia a la evaporación’, que constituye uno de los indicadores más importantes de las pruebas de laboratorio.
Cuanto más vapor de agua (procedente básicamente del sudor) permanezca dentro de una chaqueta, más sudado te sentirás. De este modo, cuanta menor sea la resistencia a la evaporación demostrada en un test (es decir, cuanta mayor cantidad de vapor de agua evacúe) más transpirable será la prenda y menos permitirá que el usuario se sienta acalorado. “No ponemos a la venta nada que no haya pasado antes el test de la lluvia”, afirma Davis mientras nos guía por la torre de la lluvia.
Con seis aspersores diferentes situados a más de nueve metros por encima de nuestras cabezas, esta habitación de acero y cristal de unos 30 m2 es capaz de replicar cualquier tipo de precipitación. Reproduce temperaturas de entre 4 y 27 °C, volúmenes de precipitación de hasta 76 mm/h y situaciones que van desde una suave llovizna al punto álgido del huracán Florence cuando tocó tierra en 2018. Davis puede, incluso, variar la dirección del agua para simular la lluvia impulsada por unas ráfagas de viento que alcancen velocidades de hasta 5 m/s.
En el test de la lluvia, tanto los sujetos humanos como los robots llevan camisetas de algodón gris o mallas largas por debajo de las prendas impermeables mientras caminan (o permanecen parados) bajo un aguacero artificial. La cantidad de humedad visible en dicha ropa interior revela no solo la eficacia general del tejido en términos de impermeabilidad, sino también hasta qué punto costuras, bolsillos, cremalleras y otros elementos del diseño son capaces de impedir la entrada del agua.
Para simular condiciones extremas, además, existe una habitación de la lluvia adicional en la que los técnicos pueden instalar unos aspersores horizontales que empapan a los sujetos del test con el equivalente a una precipitación de unos 560 mm/h mientras ellos permanecen sobre una bicicleta estática.
Hasta el límite
Davis sostiene que la durabilidad también es un factor de confort, aunque no suele ser tenido en cuenta, y aquí es donde entra en juego el área de lavadoras de Gore. En una amplia zona industrial encontramos 138 lavadoras convencionales que retumban como el motor de un transatlántico. Es aquí donde Gore simula el desgaste real que sufren las prendas por el uso cotidiano. Ninguna de las lavadoras tiene tapa o usa detergente. De hecho, todas están modificadas para centrifugar durante ciclos de ocho horas, un proceso monitorizado por ordenador en el que se hace seguimiento de cada lavadora y cada pieza de material.
Y es que dentro de estas lavadoras no se colocan prendas, para no dañar los equipos con el tiempo, sino solo tejidos. Estos son sometidos a varios test en otras partes del laboratorio, y luego en las máquinas, solo con agua del grifo, están entre 500 y 1.500 horas. Si no salen desgastadas o deshilachadas, vuelven a la cadena de test. Gore lleva 40 años utilizando este método de evaluación de novedades. Lograr el equilibrio de todos los factores que determinan la eficacia y comodidad de la ropa no es tarea fácil, pero Davis disfruta con ella.
“Cuando veo una gran diferencia de eficacia en uno de nuestros productos… es entonces cuando empiezo a emocionarme y a tomármelo en plan friki”. En su conjunto, todas estas instalaciones de evaluación llevan a los tejidos cerca de sus límites y ayudan a los científicos a descubrir cómo seguir mejorando las prendas. Cuanto mejor sepa Gore qué es lo que nos hace mojarnos, tener frío o sentirnos incómodos, antes nos olvidaremos de qué llevamos puesto (y podremos correr más rápido, más lejos y mucho más felices).
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